Resulta sencillo imaginar por qué recurrieron a Tim Burton a la hora de orquestar el regreso de los locos Addams a la pequeña pantalla. Al fin y al cabo, esta nueva producción original de Netflix posee un innegable gusto por lo macabro, se regodea en la figura del inadaptado y presenta como protagonista a una jovencita de tez pálida como el nácar que prefiere no abrir la boca si no es estrictamente necesario. Elementos comunes en la filmografía del responsable de Eduardo Manostijeras que vuelve a poner de manifiesto en una serie que se presta a dar rienda suelta a sus obsesiones temáticas y estéticas.
Y es que Miércoles, como su propio título indica, gira en torno a la hija taciturna de Gómez y Morticia, cuya última diablura le llevará a ingresar en un centro de estudios elitista donde deberá lidiar con alumnos casi tan peculiares como ella misma. Su llegada a la Academia Nunca Más coincidirá con una serie de asesinatos perpetrados por una grotesca criatura que merodea por los alrededores, iniciando así una investigación que revelará algunos de los secretos mejor guardados de tan misteriosa institución e incluso arrojará algo de luz sobre uno de los episodios más oscuros de su clan.
El resultado de esta mezcla de géneros es una ficción que la mayor parte del tiempo resulta intrigante, por momentos previsible pero siempre adictiva. Un retorcido spin-off que brilla cuando la función se torna descarada y apela a esa ruptura normativa tan arraigada en los Addams, logrando por unos instantes que tanto la serie como su protagonista se distingan de otros productos de pretensiones semejantes.
Al fin y al cabo, sus responsables ni siquiera han tratado de ocultar los múltiples referentes que han propiciado una fórmula tan sugestiva para el gran público y entre los que se encuentran series contemporáneas como Las escalofriantes aventuras de Sabrina, rarezas como El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares, franquicias de carácter juvenil como Percy Jackson o fenómenos del calado de Harry Potter. Es precisamente su cuarta entrega con la que la producción de Netflix guarda evidentes paralelismos, no sólo en lo referente escenas tan icónicas como el baile de promoción o la competición acuática, sino también en la manera de entender el inicio de esa etapa transitoria que llamamos adolescencia.
El retrato de Miércoles que firma Burton no es el de la niña que desfilaba obediente por la pequeña pantalla en la década de los sesenta, ni el de la chiquilla de mirada penetrante que irrumpió en los cines de la mano de Barry Sonnenfeld. El de Jenna Ortega es sin duda un personaje más complejo, brillante e incisivo pero también en continuo conflicto, siendo incapaz de relacionarse adecuadamente con el resto de sus compañeros o de acatar las decisiones de su madre, a la que da vida una Catherine Zeta-Jones que parece que llevase toda su vida esperando el papel de Morticia Addams.
La actriz de Chicago resplandece en un reparto integrado por secundarios tan interesantes como Luis Guzmán, Gwendoline Christie o Christina Ricci, en una encantadora licencia metarreferencial del director. La ilustre escolta de un plantel de jóvenes actores que navegan entre triángulos amorosos y otros clichés del género de los que hacen torcer el gesto a la propia Miércoles. A nosotros, como a ella, lo que nos conquista es la extravagancia.