Crítica de Ant-Man y la Avispa: Quantumanía – El Viaje alucinante de Marvel

Mucho antes de que Kevin Feige y Peyton Reed llevasen a la gran pantalla uno de los personajes más singulares de la Edad de Plata de Marvel Comics, el género de la ciencia ficción ya se nutría de historias cuyos protagonistas adquirían la capacidad de reducir su tamaño exponencialmente. Al fin y al cabo seis décadas antes de que Scott Lang se enfundase por primera vez el traje de Ant-Man Grant Williams ya las pasaba canutas luchando contra arañas de dimensiones monstruosas armado con un sencillo alfiler en El increíble hombre menguante, un perturbador relato mil y una veces reinterpretado y que inspiró otros clásicos como la traviesa Cariño, he encogido a los niños, precisamente una producción de la factoría Disney de finales de los ochenta.

Claro que las pretensiones de la tercera entrega de las aventuras del hombre-hormiga y su parentela van mucho más allá de lo que cabría suponer en una película a priori incidental dentro de la franquicia. Es más, la obsesión de sus responsables por encoger cada vez más a los héroes es precisamente un medio para hacer aún más grande el universo cinematográfico que nos ocupa. Si hace pocos meses Black Panther: Wakanda Forever nos revelaba la existencia de un mundo submarino que había pasado desapercibido, Ant-Man y la Avispa: Quantumanía nos sumergen en ese Reino Cuántico que apenas habíamos podido acariciar. Nuevos horizontes tan fascinantes como necesarios para unos estudios que trabajan con denuedo en su próxima gran saga.

Un arco argumental que girará en torno a la dinastía de Kang, un villano que ya fue introducido en la serie Loki y que aquí vuelve a ser interpretado por Jonathan Majors en una versión mucho más amenazante. De hecho, la irrupción del Conquistador es sin duda uno de los grandes alicientes del film, tanto por su presencia siniestra como por esa caracterización que con ingenio nos remite a su diseño en las viñetas.

Al igual que ocurría en otras propuestas marvelitas como Thor: Love and Thunder o Guardianes de la Galaxia, la pavorosa figura del antagonista contrasta con el tono jovial de la producción, más cercano al cine de aventuras que al terror (con el que sólo Sam Raimi se ha atrevido a coquetear). Paul Rudd vuelve a hacer gala de esa efectividad cómica de la que tan buen partido han sacado las diversas entregas de las hazañas del Vengador, siendo esta su película más coral. Evangeline Lilly y Michael Douglas retoman sus papeles al igual que Michelle Pfeiffer, que además de adquirir un mayor protagonismo brilla con luz propia en un reparto al que también se suma Kathryn Newton, que da vida a la hija adolescente de Lang.

Ant-Man y la Avispa: Quantumanía es ante todo una suerte de Viaje alucinante a medio camino entre el onirismo y el surrealismo y cuya puesta en escena, si bien resultará incómoda a buena parte de la audiencia, se impone como un atrevido tributo a las historietas más vetustas de la editorial.

Solo un guion perezoso que acostumbra activar el piloto automático y que atesora algunos tópicos recurrentes en las producciones de la casa (aquello de “un gran poder conlleva una gran responsabilidad” no es exclusivo del alter ego de Peter Parker) ensombrecen una cinta que resulta de lo más entretenida pero que a la vez nos deja con la sensación de haber podido alcanzar cotas más altas. Y es que por mucho que el Reino Cuántico nazca de la contribución de Ant-Man al MCU, han sido mucho los momentos en los que nos hemos preguntado si un conflicto de esta magnitud no les ha quedado grande a unos personajes que en otra vida habrían vestido los uniformes de los 4 Fantásticos. Cosas del multiverso.

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