Las razones de la cancelación de la serie de Willow

El 2023 apunta a ser un año muy complicado para las plataformas de streaming. Tras las traumáticas reestructuraciones de Netflix y HBO Max, ahora es Disney+ la que se dispone a reducir de manera significativa su gasto en contenido, lo que implica analizar detenidamente el impacto en la audiencia de sus múltiples producciones originales.

Una de las primeras víctimas de este proceso de reajuste ha sido Willow, secuela del clásico de 1988 que se estrenó el pasado mes de noviembre en forma de serie y que supuso una apuesta en firme de la factoría para competir en el género de la fantasía medieval, que vuelve a gozar de gran popularidad gracias al estreno de La Casa del Dragón o El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder entre otras.

Por desgracia, y a pesar de recibir críticas mixtas, el retorno del valiente “peck” no ha logrado seducir a un público que ha mostrado cierta indiferencia ante la magia blanca del hechicero. Las causas de esta tibia recepción son muchas y muy variadas, por lo que a continuación vamos a comentar las que a nuestro juicio son las más importantes.

Esa cosa llamada nostalgia

Mucho antes de que franquicias como Harry Potter o El Señor de los Anillos acaparasen todo el merchandising de las tiendas, cintas como Conan el bárbaro, La princesa prometida o Legend hicieron las delicias de los amantes de la fantasía. Entre los grandes exponentes de esta ilustre generación se encontraba Willow, un relato épico escrito por George Lucas que hizo de su capa un sayo después de intentar sin éxito adquirir los derechos de El Hobbit para su adaptación cinematográfica.

La película, dirigida por Ron Howard, parecía contar con los ingredientes necesarios para un estimulante revival, incluyendo la posibilidad de recuperar a algunos de los intérpretes originales como Warwick Davis, retomando su icónico papel de Willow Ufgood, o Joanne Whalley como Sorsha.

Pero la fórmula de la nostalgia también da síntomas de agotamiento, y a pesar de que el lanzamiento de la serie fue motivo de júbilo para muchos aficionados, hemos de rendirnos a la cruda realidad: una licencia como Willow no puede rivalizar con otros pesos pesados de la industria como Star Wars, que cuentan con comunidades mucho más amplias y que han ido refrescándose generación tras generación.

La propuesta de Disney+ fue una llamada a los amantes de una cinta que a día de hoy sigue siendo una joya atemporal. Sin embargo, revitalizar una franquicia de estas características requiere la complicidad de las nuevas audiencias, para las que la leyenda de este pequeño gran héroe quedaba ya muy lejana y por tanto no fueron atraídos por sus cantos de sirena.

La unión entre lo viejo y lo nuevo

Por supuesto en los despachos de la Casa del Ratón eran muy conscientes de que el futuro de Willow pasaba por atraer a un público más joven y entusiasta, de ahí que no tuviesen ningún reparo a la hora de nutrir el reparto con actores adolescentes. Ruby Cruz, Erin Kellyman, Ellie Bamber, Tony Revolori y Dempsey Bryk acabaron convirtiéndose en el núcleo duro de una ficción que ya en su primer capítulo dio síntomas preocupantes de adolecer de cierto carisma interpretativo.

Al fin y al cabo este nunca fue el viaje de Willow, al que la serie reservó un papel secundario a partir del segundo episodio, sino de Elora Danan, predestinada a ser la emperatriz y hechicera que acabe con todo mal. Sus andanzas junto al resto de sus compañeros no fueron más que una mera excusa para plantear conflictos de lo más anodinos, empezando por la rivalidad entre el personaje de Bamber y el de Cruz, el triángulo amoroso de Elora con el príncipe Airk y el timorato Graydon o la tensión no resuelta entre Kit y Jade.

Miradas lánguidas, reproches mordaces y arrebatos de pura rebeldía juvenil que no sólo amenazaron con acabar con la paciencia del infeliz Willow, sino también de muchos espectadores a los que les resultó imposible conectar con una historia que transcurría por cauces muy diferentes a los del filme de los ochenta.

Ante la duda, usa la varita

Hay que entender que Willow siempre quiso abrazar los cánones de la fantasía más clásica. La cinta de Lucasfilm incluía malvadas brujas, repulsivos trolls, dragones escupidores de fuego, guerreros repudiados y parias de gran valor, de ahí que sea una producción adecuada para el disfrute familiar. Que nadie se extrañe de que en la serie no hayan tenido cabida ni las intrigas palaciegas que tanto gustan en los Siete Reinos ni los inabordables conflictos que acostumbran a consumir la Tierra Media.

La serie de Disney+ ha querido rendir tributo a tiempos más simples, tiempos de aventuras desacomplejadas mucho más preocupadas por dotar de un ritmo trepidante a la narración que por la relativa simplicidad del universo que plantean. De hecho, nadie puede poner en duda el esfuerzo de sus creadores a la hora de introducir referencias a los orígenes de la licencia, ya sea a través de comentarios que aluden a ciertos acontecimientos de la película o rescatando lugares tan emblemáticos como la fortaleza de Nockmaar, la que fuese el bastión de Bavmorda.

Claro que Willow no se siente esclava de estos elementos, por mucho que su punto de partida beba directamente de sus antecedentes. La manera de hacer televisión ha cambiado, casi tanto como el modo de contar historias, de ahí que la ficción adolezca de ciertos problemas a la hora de combinar aquello que tan bien funcionó en el pasado con lo que se espera de un producto actual.

Buena prueba de ello es el empeño de los guionistas en oscurecer este reino mágico, envuelto otra vez en tinieblas. Y no solo hablamos de las gentes de Tir Asleen, que ven cómo el mal regresa tras la desaparición de su soberano, el intrépido y añorado Madmartigan. Los últimos tiempos también han sido duros para los nelwyns, cuya idílica comunidad ha sido azotada por el terror y la muerte.

Un panorama de lo más funesto que también ha pasado factura al mismísimo Willow, entristecido al ver cómo los años han diezmado a su familia y aislado de los que una vez llamó amigos tras una serie de desencuentros. Pese a que el personaje ha ganado en templanza y sabiduría, su carácter apático y malhumorado le hacen casi irreconocible para aquellos que aún recuerdan sus hazañas y su valor.

El tratamiento de Willow guarda cierto paralelismo con otro de los grandes héroes del catálogo de la plataforma, nada menos que Luke Skywalker. La controversia en torno a su caracterización en Los últimos jedi, entrega que nos mostraba a un anciano abatido sin demasiado interés por inmiscuirse en asuntos ajenos, también podría trasladarse a la de Davis, haciendo que nos preguntemos si castigar emocionalmente a los personajes más queridos por los fans es un requisito esencial a la hora de traerlos de vuelta.

Pero no todo ha sido enojo y aflicción, personajes como Boorman han tratado con torpeza de introducir un alivio cómico en la mayoría de las escenas aportando ese perfil infame y socarrón tan recurrente en el cine de acción contemporáneo. Un juego de contrastes que ha sido trasladado a todos y cada uno de los aspectos de la producción, incluyendo el apartado musical que intercala retazos de la banda sonora de James Horner -de bellísima factura y que rezuma epicidad por los cuatro costados- con temas como… Good Vibrations de The Beach Boys.

No es descabellado pensar que la indefinición de su tono narrativo y la ambigüedad de su puesta en escena han repercutido directamente en las expectativas de buena parte de la audiencia, que esperaba un acercamiento más tradicional a la licencia.

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