Carnival Row pone punto y final a su fallido cuento de hadas

Que la serie de Amazon Prime Video se haya despedido de su audiencia tras solo dos temporadas es cuanto menos llamativo. Esta ambiciosa producción, que aspiraba a convertirse en uno de los referentes del catálogo de la plataforma, ha optado por concluir la trágica historia de Philo y Vignette con cierta premura, limitando el recorrido de esta fantasía victoriana salpicada de steampunk. Lo hace, eso sí, ofreciendo un final cerrado. Todo un lujo teniendo en cuenta los tiempos que corren en los que los números mandan, lo que se traduce en que cada vez más y más ficciones queden inconclusas.

Si bien la hoja de ruta de Carnival Row ha podido verse afectada por las complicaciones derivadas de la pandemia del coronavirus, lo que explica que haya tardado la friolera de tres años en volver a la pequeña pantalla, lo cierto es que su abrupta conclusión nos deja con la sensación de que el servicio de streaming había perdido la fe en una serie que nunca acabó de despegar del todo.

Una lástima teniendo en cuenta que su propuesta siempre se nos antojó atractiva gracias a la atención que dedicó a la elaboración de su particular estética neo-noir y a la confección de un reparto que combinaba con buen criterio estrellas del calibre de Orlando Bloom y Cara Delevigne con actores de indudable solvencia como Simon McBurney, Alice Krige o Jared Harris.

Virtudes que volvieron a aflorar en el prometedor arranque de la segunda temporada y que sin embargo no han podido disimular durante mucho tiempo los problemas que la ficción lleva arrastrando desde sus primeros compases, como son la escasa convicción con la que sus responsables abordan las diversas tramas que plantean y una alarmante falta de química entre sus dos protagonistas, lo que acaba pasando factura al pulso dramático del relato.

Es precisamente la apatía con la que se desarrolla su relación lo que acaba derivando el interés del espectador a la historia de Agreus e Imogen, la cual no sólo se torna mucho más intrigante sino que además logra capturar con más eficiencia los principales temas que trata la serie, como la lucha de clases o la xenofobia. Un arco argumental que logra aguantar el tipo hasta la recta final de la serie, en la que los acontecimientos acaban precipitándose ante la necesidad de atar los cabos sueltos.

El fauno y su amada no son los únicos personajes que se han visto perjudicados por la conclusión forzada de la serie. El adiós prematuro de Jonah y Sophie ha impedido que sus maquinaciones tuviesen repercusión alguna en el destino de los habitantes del Burgue, avocados a un conflicto armado cuya resolución pasa de puntillas por algunos asuntos espinosos, como el derecho hereditario de Philo a la cancillería o la trascendencia de la inexorable ola reformista iniciada por Leonora y el Nuevo Amanecer.

Ni siquiera la revelación de la identidad oculta tras la monstruosa apariencia del Sparas, que parecía ser la última gran baza de los guionistas, ha logrado revertir la indiferencia generada por una temporada irregular, incapaz de sacar partido a su faceta detectivesca, de llevar sus ideas hasta las últimas consecuencias y de insuflar algo de magia al conjunto. A fin de cuentas, el final de Carnival Row dista mucho de ser el que presuponíamos para un cuento de hadas.

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