Cuando se estrenó el primer volumen de Guardianes de la Galaxia, muy pocos daban un duro por la continuidad de Star-Lord y su banda de forajidos. De hecho, muchos auguraron el primer gran tropiezo de la todopoderosa Marvel, que hasta ese momento había cimentado su incipiente universo cinematográfico con algunos de sus héroes más populares hasta su consolidación definitiva con ese gran evento que supuso Vengadores.
Pero nada más lejos de la realidad. Fue James Gunn, un guionista y cineasta prácticamente desconocido para el gran público, quien supo dar con la tecla a la hora de trasladar a la cuadrilla más irreverente de la Casa de las Ideas a la gran pantalla, gracias a esa explosiva mezcla de acción desenfrenada, comedia disparatada y nostalgia ochentera. Una fórmula que no sólo ha sido replicada en otras producciones bajo el sello del estudio estadounidense, sino que ha propiciado una de las subsagas marvelitas más divertidas y más regulares en términos de calidad de cuantas han pasado por los cines, por mucho que a figuras tan ilustres como Iron Man o Thor les escueza la comparativa.
La tercera entrega de Guardianes de la Galaxia supone la despedida más sentida de Gunn a la franquicia a la que tanto debe y que a su vez tanto le debe. Un tributo a los personajes a los que llevamos años acompañando en sus correrías espaciales y que pone el foco en aquel que siempre fue su predilecto, un mapache con malas pulgas al que le basta con bajar un poco la guardia para mostrar al espectador su corazoncito.
Sus orígenes, que el realizador llevaba años queriendo contar en ese spin-off frustrado que iba a llevar por título Rocket & Groot, sirven de centro gravitatorio a una película cuyo desarrollo equilibra como nunca antes su faceta más dramática con la más hilarante. Porque más allá de esos diálogos absurdos amparados por la vis cómica del reparto emerge un durísimo alegato en contra de la experimentación animal, acompañado de algunas pinceladas de crítica social que apuntan a problemáticas como el narcisismo colectivo y el culto a la imagen.
En el lado más oscuro del filme se alza un villano con cierto regusto clásico, una suerte de Doctor Moreau intergaláctico cuya crueldad a la hora de dar forma a su gran obra pesa más que cualquier otro de sus rasgos definitorios. Serán sus pecados del pasado y sus crímenes del presente los que aporten un toque terrorífico al relato y propicien algunas de las escenas más memorables.
Todo esto en el que tal vez sea el filme más coral de Marvel. No sólo porque el núcleo protagonista hace tiempo que dejó de ser un quinteto para albergar otros personajes a los que el tiempo ha otorgado galones, también porque sus responsables no se han querido olvidar de todos aquellos que han compartido el viaje y que de nuevo merecían tener su momento de gloria en este deleitable festival autorreferencial.
Sin embargo, y al igual que ocurre en el mundo de las viñetas, la película se ve obligada a encajar demasiadas piezas, elementos heredados del resto de producciones del UCM y que sin duda han lastrado el proceso de escritura. La inclusión cuanto menos forzada de Adam Warlock o la tortuosa relación entre Peter y Gamora son buenos ejemplos de cómo Guardianes de la Galaxia Vol. 3 ha tenido que adaptar su libreto a las exigencias de ese complejo tapiz que Kevin Feige lleva años tejiendo.
Por lo demás estamos ante una entrega ambiciosa, vibrante y espectacular, que vuelve a hacer gala de una puesta en escena imaginativa y una selección musical de gran calidad que sin embargo adolece de cierta saturación. En esta ocasión Gunn no deja reposar los temas lo suficiente, apelmazándolos durante distintas fases del metraje. Es más, ninguno de ellos posee la suficiente personalidad como para sacar lustro por sí solo a ciertas secuencias, como sí ocurría en el paseo juguetón de Star-Lord en la primera parte o la matanza de Yondu en su secuela, inolvidable al ritmo de Come a Little Bit Closer.
Por mucho que la propuesta no logre acertar en todas y cada una de las decisiones que toma, es difícil no valorarla como un cierre adecuado para la saga y una de las películas más sorprendentes y satisfactorias de cuantas nos ha brindado la vertiente cinematográfica de la editorial en estos últimos años. Echaremos de menos a esta panda de pillastres… ¿o quizá no?