Mafia III, cuando la familia no entiende de color

mafia-iii-portadaLos juegos, como las películas, pueden servir de lienzos para ejecutar retratos de épocas fascinantes. La saga Mafia, muy querida por la comunidad desde su sonado debut en 2002, siempre ha sido buen ejemplo de ello y no cabe duda de que sus responsables, ya fueran los chicos de 2K Czech en las dos primeras entregas o el equipo de Hangar 13 para esta tercera, se han esforzado sobremanera por dotar a estas producciones de una ambientación que jugara un papel clave, que fuera parte de su misma esencia.

En Mafia III, con el fin de evitar cierta pérdida de frescura en la propuesta, se ha querido dar un giro a la hora de elegir el escenario, dejando a un lado esas ciudades ficticias que recordaban a urbes tan emblemáticas como Chicago, San Francisco o Los Ángeles para trasladarnos a la ciudad de New Bordeaux, una referencia clara a New Orleans.

Apostar por recrear con todo lujo de detalles el estado de Louisiana de finales de los 60 no sólo implica montar un elaborado decorado en el que desarrollar una historia para los personajes que van a entrar en escena -todos ellos muy bien construidos y con mucha personalidad- sino profundizar en un contexto social y cultural de lo más complejo y que, mira tú por dónde, se constituye como una realidad no tan distante y que aún guarda numerosas conexiones con la actualidad.

La creciente tensión racial o la inmigración forman parte de un contexto en el que también tendrán su espacio la corrupción política o los conflictos armados, en este caso la Guerra de Vietnam. Temas que tocarán muy de cerca al protagonista de Mafia III, de nombre Lincoln Clay, un joven mestizo que ha regresado de combatir como miembro de las fuerzas especiales y que junto a los suyos será víctima de una brutal traición por parte de la familia Marcano, la cual dirige el crimen organizado en la ciudad.

Una vez recuperado de sus heridas y tras ser dado por muerto, Lincoln no tardará en empezar a planear su venganza, la cual implica acabar con el imperio de sus antiguos socios italianos debilitándolo desde sus cimientos para finalmente poder cortar la cabeza de la serpiente. Una labor colosal en la que, además de sacarle el máximo partido a sus habilidades para el combate, deberá buscar aliados que le ayuden a financiarse a cambio de extender su área de influencia.

No queremos contar más, puesto que las primeras horas de juego son realmente intensas especialmente a nivel narrativo, un aspecto en el que el juego brilla con luz propia gracias a un generoso número de secuencias de gran calidad y que han sido tratadas con mimo para hacer avanzar la trama de manera coherente y cinematográfica, intercalando diversas grabaciones como si se tratase de un documental.

Aunque como suele ser habitual son las misiones principales las más completas en cuanto a diseño y planteamiento de situaciones, ya sea recorriendo un tétrico parque de atracciones o luchando en un barco en llamas, hacernos con el control de New Bordeaux implicará ser pacientes y minuciosos. En cada distrito nos veremos obligados a realizar múltiples encargos como interrogar a criminales que nos puedan facilitar información sobre nuestros próximos objetivos, liquidar a ciertos sujetos con los que debilitar las operaciones de los Marcano o destruir cargamentos de nuestros rivales para hacer que sus negocios se vean comprometidos.

Llevar a cabo todas estas actividades tendrá sus pros y sus contras: por un lado al menos en los primeros compases del juego resultan entretenidas, nos darán la oportunidad de visitar los diferentes rincones del mapa y amplían notablemente la vida del juego siempre y cuando queramos completar la mayor cantidad posible de ellas. Por otro lado, es cierto que llegados a un punto pueden volverse bastante repetitivas y desde luego ralentizan el ritmo de la narración, que no es ni mucho menos constante a lo largo de la historia.

Hacernos con cada uno de estos distritos no sólo es un requisito esencial para continuar con nuestra empresa, sino que además es la base del componente de gestión del juego. Y es que cada uno de los que liberemos deberá ser cedido a alguno de nuestros subjefes, cuya lealtad y confianza depende en gran medida de que seamos capaces de satisfacer su avidez por expandir su negocio.

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Cassandra, líder de los haitianos; Burke, el jefe de la banda irlandesa; y Vito Scaletta, el protagonista de Mafia II que regresa envejecido para ofrecer un nexo casual con los antecedentes de la saga, serán los aliados de Lincoln. Cada uno de ellos nos ofrecerán recompensas en forma de armas o mejoras de personaje, así como ciertos servicios a cambio de favores como enviarnos a unos cuantos de sus chicos para que nos apoyen antes de un asalto o una furgoneta repleta de armas para abastecernos entre otros.

Encontraremos dos formas de afrontar las misiones que pueden llegar a ser complementarias, la acción directa o el sigilo. Desde luego siempre podremos irrumpir en zonas repletas de enemigos abatiéndolos uno por uno con nuestro fusil, aunque los más audaces seguramente preferirán pasar desapercibidos e ir acabando con los guardias de manera silenciosa hasta alcanzar el objetivo final.

Ambas mecánicas funcionan realmente bien, siguiendo a pies juntillas las pautas puestas en práctica en muchos de los títulos en tercera persona más reconocidos del género. Buscar parapetos para protegernos o pasar inadvertidos, usar nuestro cuchillo para acabar con los patrulleros o reconocer el terreno con una visión especial al más puro estilo Assassin’s Creed hace que todo resulte familiar para el jugador habitual. A algunos puede que incluso demasiado ya que resulta una lástima que Mafia III, aunque resulta muy divertido y gratificante de principio a fin, no consiga incorporar a su fórmula algo verdaderamente genuino.

Siguiendo esta misma línea nos hubiese gustado que uno de sus principales puntos fuertes, que es el encomiable trabajo realizado para representar New Bordeaux, hubiese servido para ofrecer un abanico más amplio de posibilidades con las que redondear la propuesta. Si bien es cierto que encontramos zonas muy bien contrastadas en el mapa, tales como las zonas pantanosas del bayou o el refinado distrito francés, hay muy poco que hacer en ellas, ya que más allá de esconder un buen número de coleccionables en forma de portadas de discos o revistas Playboy, carecen de minijuegos o actividades que se salgan de la tónica habitual, algo que por otro lado ya notamos en anteriores entregas.

La conducción, que puede configurarse con un estilo arcade o simulación dependiendo del grado de exigencia que se busque, está perfectamente resuelta y adaptada a cada tipo de vehículo. Echamos en falta un mayor protagonismo del volante en varias de las fases más trascendentales y de más acción, pues la mayor parte del tiempo nos limitaremos a montarnos en el coche cuando queramos trasladarnos de un punto a otro del mapa. En todo caso, sí que nos gusta que se hayan respetado algunas de las señas de identidad de la saga, como por ejemplo la necesidad de respetar el tráfico y comportarnos de manera civilizada a menos que queramos llamar la atención de la policía, la cual una vez inicie la persecución puede resultar implacable.

Sí se debería haber cuidado mucho más la inteligencia artificial de nuestros adversarios, que resulta bastante pobre y hace que el título pierda bastantes puntos en desafíos tan comunes como infiltrarnos en territorio hostil. Que podamos coger desprevenidos a los guardias abalanzándonos sobre ellos a la carrera en vez de tratar de hacer el menor ruido posible permaneciendo agachado es casi tan sorprendente como el hecho de que podamos arrastrar a alguno de ellos desde nuestra cobertura para acabar con él en silencio sin que sus compañeros, pese a estar mirando en esa misma dirección, no noten nada raro ni den la alarma. Son descuidos de programación que nos resultan difíciles de perdonar, especialmente si queremos un reto con mayúsculas.

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A nivel gráfico Mafia III presenta luces y sombras. Aunque una vez más tenemos que alabar el detalle en todos y cada uno de los elementos que han servido para edificar New Bordeaux, uno de los parajes más espectaculares que hemos visto en un sandbox, y el cuidado puesto en sus cinemáticas, hemos encontrado algunos problemas a nivel técnico que, aunque de ningún modo resultan un obstáculo para jugar con normalidad, afean el título en lo visual. Un popping de lo más evidente, problemas en la resolución de ciertos objetos y algún que otro glitch son los más destacables aunque también nos han sorprendido desajustes con los ciclos de noche y día en cuanto a la iluminación y una distancia de visión algo pobre.

Si hay que reconocer que este apartado nos ha decepcionado un poco y esperamos que acabe de pulirse con los inevitables parches, con el sonido ocurre todo lo contrario. El doblaje es de película, lo cual nos sumerge a la perfección en las tramas y evita que nos perdamos información interesante mientras conducimos por tener que leer subtítulos, por ejemplo con esas locuciones de radio que hacen referencia a episodios trascendentales de la época. Además, encontramos una banda sonora espectacular, con temas de los Rolling Stones, Elvis, Aretha Franklin, James Brown, Little Richard, Status Quo o Supremes. En total, un centenar de temas de los 60 seleccionados brillantemente.

En conclusión, lo mejor que podemos decir del juego de 2K es que es artísticamente impecable, se vuelca en una narrativa cinematográfica que resulta apasionante y contiene momentos muy divertidos, de hecho gustará a aquellos que no se puedan resistir a las mecánicas propias de los títulos de mundo abierto. Pese a todo, es irregular y no llega a alzarse como una propuesta tan completa como cabría esperar, pues pertenece a un género en la que la competencia es dura y le cuesta encontrar esa personalidad que lo diferencie del resto y lo convierta en referente.

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