Análisis de Windfolk – El cielo es sólo el principio

Corren buenos tiempos para los desarrolladores de videojuegos en España, algo que se ve reflejado en los títulos bajo el amparo de PlayStation Talents. Tiene mucho mérito que los estudios asociados a esta iniciativa, pertenecientes al panorama independiente, se muestren cada vez más ambiciosos y se embarquen en proyectos que a pesar de no contar con grandes presupuestos aspiren a hacerse un hueco en géneros tan recurrentes como el de la acción en tercera persona. Es el caso de Windfolk, un juego desarrollado en exclusiva para las plataformas de Sony por Fractal Fall. Una aventura sorprendente no sólo por su excelente apartado artístico, sino por el buen hacer del equipo a la hora de dar forma a una propuesta de lo más variada y entretenida.

El estudio con sede en Madrid nos transporta a un universo exótico y colorido para ponernos a los mandos de Essen, una luchadora nata cuya misión es la de proteger el mundo de Erian de la malvada Coalición. Este formidable enemigo ansía hacerse con el control del trydian, un valioso mineral con propiedades energéticas que resulta vital para mantener el equilibrio de un ecosistema muy particular.

La existencia de múltiples islas flotantes hacen que el uso del jetpack se antoje indispensable para desplazarnos por los escenarios, de ahí que la vida de la intrépida protagonista dependa enteramente de nuestra pericia a los mandos. Son las mecánicas de vuelo las que dan sentido a una fórmula que nos invita a explorar entornos abiertos, surcar los cielos a máxima velocidad y combatir contra enemigos que portan un equipo muy similar al nuestro.

Una vez despeguemos los pies del suelo podremos salir disparados a plena potencia o bien levitar con suavidad. La primera de estas modalidades nos servirá para viajar rápidamente entre distintas localizaciones y realizar actividades como carreras o persecuciones, para lo que podremos activar un valioso turbo que eso sí consumirá combustible con rapidez. La segunda, promueve la interacción con elementos de los escenarios y sobre todo combatir contra nuestros adversarios haciendo uso de nuestras armas. Nuestro arsenal se compondrá de un total de tres, una ametralladora muy versátil, un fusil de energía más potente pero de menor cadencia de tiro, y un lanzacohetes que inflige una gran cantidad de daño. Aunque no tendremos que preocuparnos por la munición, que es infinita, sí tendremos que vigilar el indicador de temperatura ya que si alguna de ellas se recalienta deberemos esperar unos segundos para poder seguir apretando el gatillo.

El sistema de combate es tan sencillo como el de vuelo, y a poco que estemos familiarizados con otros shooters similares no nos costará nada hacernos con los controles. Tendremos una retícula de gran tamaño para dirigir nuestros disparos, haciendo blanco en aquellos soldados más cercanos a nuestra posición. Si bien nuestros oponentes no suelen mostrarse muy agresivos, su elevado número nos obligará a estar en constante movimiento y a esquivar sus disparos pulsando el botón del círculo, con el que realizaremos un veloz giro. En cada batalla podremos ir recuperando algo de salud capturando los botiquines que dejen caer los enemigos abatidos y utilizar algunos gadgets como un escudo de energía temporal que nos evitará sufrir daño en las situaciones más peliagudas o un teletransporte que nos acercará a escasos metros de los objetivos más escurridizos.

En general, la jugabilidad deja una gran impresión. Siendo similar a la de otras obras como Dark Void, el manejo de Essen es fluido y preciso lo cual denota un gran trabajo de base. Es esta solidez la que garantiza que la experiencia sea de lo más entretenida y que los ocho niveles que componen la aventura resulten muy amenos por mucho que algunas situaciones tiendan a repetirse en exceso.

Entonces, ¿dónde se percibe que Windfolk no es una superproducción con todas las letras? Pues en primer lugar en la inteligencia artificial, muy elemental y que convierte a nuestros adversarios en meros moscones que revolotearán a nuestro alrededor a modo de diana. También en la falta de variedad y patrones de los jefes finales de nivel, que simplemente resistirán muchos más impactos y nos restarán más vida que el resto de sus congéneres.

Son aspectos mejorables pero que quedan minimizados gracias a unos valores de producción que, como decíamos al principio, sobresalen entre el resto de los títulos con el sello de PlayStation Talents. Erian goza de una ambientación que entra por los ojos desde un primer momento, reforzada por una estética cartoon tan bonita como desenfadada.

Windfolk atesora un diseño de escenarios muy acertado, concebido para sacar provecho a esa verticalidad que determina su propuesta. Si bien no se trata de un juego de mundo abierto, sí ofrece libertad de movimiento e incluso dispone algunas zonas ocultas en las que encontrar coleccionables en forma de entradas de un diario que nos revelará algunos detalles del universo en el que se desarrollan los acontecimientos. Pese a todo hemos echado en falta un mayor grado de interactividad con el entorno, una lástima teniendo en cuenta lo cautivador que resulta todo cuanto se muestra en pantalla.

Dado el escaso número de cinemáticas que encontraremos según vayamos avanzando, la narrativa del juego acostumbra a apoyarse en diálogos tendrán lugar durante las misiones. Muy del estilo de lo visto en títulos como Starlink: Battle for Atlas. Es un recurso muy solvente y que funciona en parte gracias al buen nivel del doblaje, sin duda lo mejor de un apartado sonoro que por lo demás es bastante discreto.

La campaña principal puede superarse en un puñado de horas, aunque el estudio se ha asegurado de que los jugadores puedan seguir poniéndose a prueba a través de un modo arcade en el que se irán desbloqueando desafíos, como combates contra oleadas de soldados de la Coalición o carreras en las que el personaje deberá pasar a través de una sucesión de aros que nos indicarán la ruta a seguir.

Hemos de reconocer que Windfolk nos ha sorprendido. No todos los títulos que se suman al catálogo de PlayStation Talents cuentan con un nivel tan alto en sus distintos apartados ni tienen tan claro qué tipo de juego quieren ser. Fractal Fall se ha esmerado para dar forma a una aventura que brilla en lo visual y en lo jugable, que no tiene miedo a competir con otras propuestas de mayor envergadura de equipos que les aventajan en experiencia pero no en ilusión. Tendrá sus inconvenientes, como cierta sensación de repetición o algún bug molesto, pero no todos los desarrolladores pueden decir que han empezado su trayectoria tocando el cielo con los dedos.

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