Los hombres tienen figuras míticas, héroes y arquetipos con los que identificarse, frente a los que rebelarse y de los que pasar olímpicamente si les da la real gana. El cine y la televisión están llenos de versiones del héroe y el antihéroe en todas sus formas: la clásica, la moderna y la post-moderna.
El caso en las mujeres es un poco distinto. Por supuesto que hay mujeres en televisión con papeles importantes. Está Scully, Nikita, cualquiera de las de ‘Juego de Tronos’ (Sí, Sansa también). Y ‘Buffy Cazavampiros’. Especialmente Buffy. Pero hay una diferencia muy importante porque, normalmente, el narrador es un hombre y el universo de la serie es masculino. Diremos androcéntrico, por no decir falocéntrico. ‘Broadwalk Empire’, ‘Mad Men’, ‘Treme’… El universo pertenece a los hombres. La mujer es su objeto de deseo, su redención, su tentación. El hombre mira, la mujer es mirada. Ellos son Sujeto, ellas objeto.
Y entonces llegó Joss Whedon. El universo de la serie de Sarah Michelle Gellar es abrumadora y fantásticamente Buffycéntrico. Todo empieza y termina en Buffy. La protagonista no espera que ningún hombre la salve, se salva sola. De hecho, cuando la serie termina nos damos cuenta de que los hombres han pasado, pero ella permanece. Sin embargo Buffy no se convierte en una serie revolucionariamente feminista hasta el episodio de “Chosen”. Hasta ese momento la naturaleza del poder de Buffy ha sido masculina. Fueron ellos los que decidieron que debía haber una Cazadora para salvar el mundo. Un grupo de hombres. Y de pronto, en ese capítulo -gracias a Joss Whedon por eso- Buffy decide que no acepta no sólo la idea de que necesite un hombre para salvarla, es que tampoco acepta la noción de que las mujeres necesiten ser salvadas. Ni siquiera por otras mujeres. Y así, de pronto, la mujer pasa de ser objeto a ser sujeto. Así es como una serie Kistch con acrobacias ridículas se convierte en una serie de culto.
Buffy hace algo revolucionario. En lugar de salvar el mundo, lo cambia. En lugar de sentarse en el trono sustituyendo a un hombre, destruye el trono. Inventa una nueva forma de poder. Ese momento, ese episodio, es vital para el devenir de los personajes femeninos en televisión a partir de ese momento. Porque una cosa es decir “una mujer puede hacer lo mismo que un hombre” que está bien y es necesario , viniendo de donde venimos. Es lo que hacen la mayoría de los personajes femeninos hoy en día. Pero es mucho más transformador decir, “una mujer no tiene por qué medirse por los baremos de los hombres, puede cuestionarse la manera en la que los hombres han hecho el mundo y cambiarlo”.
Luego llegó ‘Veronica Mars’. Básicamente esa pequeña detective, pizpireta y rubia es lo que ocurre cuando cambias las reglas del juego. Cuando Whedon dijo “que toda cazadora potencial sea una cazadora” quiso decir “todas podemos ser Verónica Mars”. No esperes al héroe, decide. Buffy decía literalmente “todas tendrán superpoderes” pero lo que dijo en realidad fue “tú ya tienes poderes,úsalos”. No somos potenciales, somos cazadoras.
¿Qué armas usa el personaje de Kristen Bell para conseguir lo que quiere? Pues las suyas. Un ordenador portátil, un teléfono móvil, una enorme capacidad para camelarse a la gente, su inteligencia y nada más. Cualquier chica que ve la serie tiene lo mismo que Verónica. La heroína de Neptune es la respuesta de Rob Thomas al desafío de Joss Whedon. Engaña, miente, se ofusca. Nunca da una patada, no lleva pistola. No sabe kung fu. No es perfecta, pero es estupenda.
Tiene una relación de afecto insobornable con su padre, idolatra a Duncan y bajaría a los infiernos por Logan; pero si tiene que hacerles frente y defender sus propias opiniones, lo hará. No es una especie de pseudo heroína semi feminista que odia a los hombres por principio. De hecho, no es una heroína política con un discurso concreto sobre el poder femenino, Buffy lo es mucho más. Es la heroína post-post moderna. Es una chica y es mucho, mucho más lista que la mayoría de las personas que la rodean.
‘Sexo en Nueva York’ fue importante, porque rompió por primera vez esa absurda idea de que todas las mujeres debían buscar el amor romántico. Dio una vuelta de tuerca a lo que se consideraba hasta el momento “las series de chicas”. Fueron importantes. Mucho. pero al final el eje del relato era masculino. El centro de todas las historias, la fuerza motriz de los cuatro personajes principales no era otro que los hombres y su relación con ellos. Y eso está muy bien, porque de lo que se trata es de que se cuenten historias de tantas mujeres como sea posible… pero no fueron revolucionarias hasta la profundidad en la que lo fue Buffy.
Por su parte, ‘Juego de Tronos’, donde el relato parece que gira en torno a la hombres, donde parece que el universo es, otra vez, masculino… es donde nos encontramos unas cuantas sorpresas. En la serie de la HBO se ha hecho una cosa maravillosa: cada mujer tiene su propio tipo de poder. Todas y cada una de ellas es distinta. No tienen la necesidad de encuadrarse en ningún arquetipo aunque a primera vista todas son uno. Y por eso, pese a los desnudos gratuitos, también es una serie revolucionaria a su modo. Las mujeres ahí están muy lejos de ser objeto de nada. “¿Estás atemorizado, niño? No hace falta. Aquí sólo somos mujeres”. Esta frase, pronunciada por Olenna Tyrell, viene a resumir el espíritu del universo femenino de la serie. Porque, desenvolviendose en los cánones de un mundo masculino las mujeres de George RR Martin lo que hacen es transformar ese poder para convertirlo en suyo de las más diversas maneras: Sansa se agarra a los valores que le han inculcado desde pequeña para crear un poder que sólo esté al alcance de sí misma. Margaery te mata con amabilidad. Cersei reclama que la furia no es de su marido, sino suya. Y Daenerys literalmente pasa por un bautismo de fuego para librarse de la influencia masculina de su hermano primero y de su marido después.
Aun así, ninguna de estas maravillosas mujeres ha conseguido lo que consiguieron Buffy y Verónica Mars: ser el centro de su propio universo, que los cánones de la serie fuesen los suyos.
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