No es ningún secreto que tengo una absoluta debilidad por los dramas de época, así que desde el momento en el que Cosmo anunció que se había hecho con los derechos de Harlots: Cortesanas, sabía que ahí iba a estar yo para verla aunque me daba miedo de que la cosa terminara siendo Pretty Woman con corpiños.
En seguida me di cuenta de que estaba muy equivocada y que nada más lejos de la realidad. En Harlots, ambientado en el Londres del siglo XVIII, todo gira en torno a las prostitutas y no tiene pinta de que vaya a ser el típico argumento donde un Richard Gere “salva” a nadie de la prostitución. El show a veces es divertido, a veces obsceno y otras emotivo, pero nadie podrá acusarlo de ser naive como a la película de Julia Roberts.
El argumento gira en torno a dos poderosas alcahuetas – siempre he querido usar esta palabra hablando de algo que no sea la Celestina- que están compitiendo por los clientes, por el prestigio y que tienen más de una cuenta pendiente. Una de ellas es Margaret Wells, interpretada por Samantha Morton que da peso y equilibrio a un personaje que es difícil que caiga bien – vende a sus hijas como prostitutas- pero con el que a la vez es fácil empatizar.
Seamos sinceros lo que hay detrás de Los Soprano, Sons of Anarchy o Breaking Bad, más allá del tráfico de drogas, la corrupción, o el tráfico de armas es que en realidad son dramas familiares en las que el protagonista – hombre, blanco, yadda yadda- tiene que hacer equilibrios entre sus obligaciones para con los suyos y para con sus negocios tanto legales como ilegales. Jax quería que sus hijos no se vieran arrastrados a una vida de crimen, Walter White quería mantener alejado a su hijo de todo lo relacionado con su negocio de drogas… El dilema de Margaret no es moral, en ningún momento se plantea – y no tiene pinta de que vaya a hacerlo en los próximos capítulos- si Lucy o Charlotte pueden escapar de una vida de prostitución, ni siquiera de si quieren hacerlo. El que se van a dedicar a la profesión más antigua del mundo aparece presentado como algo inevitable y de lo más normal en el Londres del XVIII, cuando una de cada cinco mujeres debían ganarse la vida de esta manera.
La pregunta que se hace Margaret es si sus hijas, si sus chicas, van a sacar lo suficiente para llevar una vida lo más cómoda y protegida posible con las herramientas de las que disponen. Mientras los dramas comunes nos muestran cómo sus protagonistas intentan apartar a sus hijos de la “mala vida” – generalmente fracasando estrepitosamente- en Harlots las protagonistas están más preocupadas por darles las herramientas necesarias para sobrevivir con lo que les ha tocado vivir y le dejan las preocupaciones morales a otro que no deba buscarse el pan todos los días. Es por eso que la serie – escrita y dirigida por mujeres- no presenta el sexo como algo especialmente sexy o sensual, para estas chicas es sólo trabajo, un medio para un fin y eso se transmite con escenas de sexo en la que se ve esa desconexión entre ellas y lo que está ocurriendo en pantalla.
“La única seguridad está en el dinero” le explica Margaret a su hija con intensidad. “El dinero es el único poder de una mujer en este mundo. Hazlo tu consuelo y tu sueño y algún día la riqueza – la auténtica y duradera- te hará libre”.
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