The Defenders, los cuatro magníficos del Marvel más urbanita

Si algo aprendió Netflix del universo cinematográfico de Marvel fue precisamente a pensar a largo plazo. Todas sus producciones basadas en este sello, pese a distanciarse del estilo visual de las películas abrazando ese toque noir tan característico, han ido presentando a todo un abanico de personajes concebidos no sólo para desarrollar tramas propias, sino también para confluir en el momento preciso llevando sus conflictos a una escala mucho mayor.

The Defenders ha sido concebida como el catalizador de todas esas series, dando la oportunidad a sus protagonistas de compartir minutos en pantalla utilizando sus habilidades excepcionales en pos de salvar el principal vínculo entre todos ellos: Nueva York.

La ciudad no es sólo el tapiz que coloca al grupo de héroes en el mismo cuadro, es prácticamente un personaje más a través del cual fluyen sus historias, las cuales han continuando a pesar de que algunas de sus tramas personales, como es lógico, no avanzarán hasta su regreso en solitario. Un caso muy claro es el de Luke Cage y su lucha contra Mariah y Shades, villanos que no reaparecerán hasta la segunda temporada del protector de Harlem pero que sí se mencionan con el fin de que el espectador tenga referencias de todos los frentes abiertos en la ficción y el punto en el que se encuentran.

Sí hemos sido testigos de las nuevas metas profesionales de Matt Murdock tras disolver la sociedad con su amigo Foggy, las secuelas que la confrontación con Kilgrave dejó en una malhumorada Jessica Jones, el regreso de Danny Rand a su ciudad tras la desaparición de K’un Lun y la salida de prisión de Cage. Esto convierte a The Defenders en una nueva etapa de las andanzas de todos ellos, y no un paréntesis, lo cual es sin duda lo más satisfactorio de estos ocho capítulos que conforman la temporada.

Pese a todo sorprende que, aunque prácticamente todos los personajes que aparecen de inicio ya han sido previamente presentados, la serie se tome su tiempo para poner las fichas en el tablero, concretamente dos episodios que obligan al espectador a aguardar pacientemente el premio de ver el grupo reunido por primera vez y resistiendo los envites de La Mano. Es entonces cuando la función gana muchos enteros no sólo en lo que se refiere a toda una sucesión de combates que aceleran el ritmo de la acción, sino también a las múltiples interacciones cruzadas entre los miembros de esta inusual alianza.

Imposible no esbozar una sonrisa cada vez que Luke pone los ojos en blanco al oír hablar a Danny de dragones y resurrecciones sobrenaturales, o a Jessica soltando un chascarrillo al ver por primera vez a Daredevil ataviado con su traje de combate, siendo el único que se permite llevar un atuendo de esas características. Escenas que resultan divertidas pero que una vez avanza el metraje desembocan en el desarrollo de la relación de confianza que poco a poco va forjándose en el grupo y que pone los cimientos de lo que vendrá en el futuro.

Y no sólo hablamos de la presumible segunda temporada de The Defenders. Los acontecimientos de esta serie tienen un impacto en la personalidad de cada héroe que se dejará notar en sus próximas apariciones, cuando veamos a la señorita Jones retomar su negocio como detective privado con el ánimo renovado, a Matt abrazar sin reparos su álter ego y salir a patrullar como el Diablo de Hell’s Kitchen y a Cage convertirse en ese ángel guardián dedicado a velar por los jóvenes y las personas más desfavorecidas en la línea de lo visto en las historietas.

Pero no podemos olvidarnos de todos y cada uno de los secundarios que han sido recuperados para la ocasión, si bien su presencia nos ha generado sensaciones contradictorias. Su inclusión en el argumento es muy de agradecer, pues son piezas fundamentales en el entorno de cada defensor que encajan asombrosamente bien entre sí y que de ninguna manera debían quedar desconectados de los eventos que se narran a lo largo de la temporada. Sin embargo, no todos ellos gozan de la misma relevancia, ya que aunque Claire, Colleen y Stick juegan un importante papel en la guerra contra La Mano, otros como Karen, Foggy, Trish o Malcolm carecen de contribuciones de peso.

Por supuesto se trata de algo perdonable, dada la abundancia de personajes que se dan cita en The Defenders donde no todo el mundo podía tener su momento de gloria. No lo es tanto la relativa apatía con la que se ha tratado a la que iba a ser la principal villana de la temporada y que tenía el privilegio de contar con los rasgos de Sigourney Weaver. La actriz, pese a hacer lo posible por sacar adelante su rol, no consigue replicar el carisma de otros adversarios tan memorables como el Wilson Fisk de Vincent D’Onofrio o el Kilgrave de David Tennant, aunque también es cierto que la temprana –e inesperada- salida del personaje no ayudó a que éste lograra dejar su huella. Tras ser desarrollado tímidamente en la primera mitad de la temporada era de esperar que en su recta final mostrase todo su potencial, de ahí que hablemos de oportunidad perdida.

Por fortuna el plantel de archienemigos estaba bien cubierto, aunque sólo Madame Gao resultase lo suficientemente inquietante como para avivar nuestro interés cada vez que se reúnen para urdir sus oscuros planes. Mención especial merece la reaparición de Elektra Natchios, que aporta un plus a cada escena en la que las artes marciales cobran protagonismo aunque en cierta medida carece del magnetismo de los mejores némesis del género.

Más cuestionable es la manera en la que la serie ha decidido representar a La Mano, esa organización criminal que vimos por primera vez en Daredevil representada por decenas de letales ninjas que habían conseguido regresar de entre los muertos y que aquí viene a ser constituida por toda una serie de matones que portan armas automáticas y cuya etnia responde a la del caudillo al que acompañan. Esto rompe con ese halo de misticismo que desde un principio había envuelto a este extraño círculo y que debería haber estado mucho más marcado en esta serie dado su objetivo final.

No es el único punto que da para debate en la serie, claro. Sus responsables no acaban de dar con la tecla y el joven Iron Fist vuelve a ser el eslabón más débil de la cadena, por lo que deberá seguir buscando su identidad ya sea como Danny Rand o como ese guerrero cuya forma de luchar es a veces torpe y otras de lo más efectiva. Tampoco han logrado sorprendernos con una batalla final que, aunque correcta, le falta algo de garra y no llega a ser ese gran espectáculo en el que los héroes por fin combinasen sus poderes los unos con los otros para marcar la diferencia como equipo.

Dicho esto, hay que subrayar que The Defenders es todo un caramelo para los fans de Marvel, una producción muy honesta y que se esfuerza por no caer en lo absurdo a pesar de su alocada premisa. Entretenimiento, al fin y al cabo, orquestado con buen criterio y firmemente sostenido por cuatro tipos fuera de lo común cuyos colores se reflejan a cada paso por las frías calles neoyorinas.

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