Los otros Gondra se adentra más que su predecesora (Los Gondra) en el terreno de la autoficción y Borja Ortiz de Gondra se coloca a sí mismo como punto de partida de la trama cuando va a recibir un premio en su tierra natal y es reprendido por su prima, que le acusa de no haber contado en su anterior obra las cosas como realmente ocurrieron. Que le ha destrozado la vida, dice. Y comienzan las preguntas a los demás, sí, pero sobre todo a uno mismo. Esta función, por más que difumine las líneas entre realidad y ficción, exuda el alma de su creador por los cuatro costados que se derrama por las esquinas dotándolo todo de una sinceridad y una verdad que cada vez se echa más de menos sobre los escenarios.
Ortiz de Gondra aparece como narrador de todo lo que acontece, convirtiéndose en un Jesús Noguero en estado de gracia cuando el personaje está inserto en la acción en una poética transformación que el director Josep Maria Mestres plantea en cada momento sobre el escenario. Así, en torno a las relaciones de este desdoblado – y desorientado- protagonista con su madre, su prima, su sobrina (Fenda Drame) y su fallecido hermano (Lander Otaola); se va entretejiendo esta función de naturaleza más intimista que su predecesora. En el plano interpretativo, junto a Noguero destaca especialmente Cecilia Solaguren, que realiza un complicado y excelente trabajo en la piel de la prima Ainhoa en una función que habla de regeneración, de cargas emocionales, de que no hay nada que duela más que la familia… ni nada que sane más.
Una de las formas de saber cuándo estás ante un buen escritor es ver si consigue que lo muy particular se convierta en general. Que el localismo más absoluto sea universal. Que hablando de “amas”, pintadas que en aquel entonces aterraban pero que las generaciones nuevas consideran “historias de viejos”, que mencionando “el conflicto” en un tono entre desgarrado y susurrado, que nos griten “alde hemendik” y consigan abrirnos las carnes y el alma en canal. Porque Los otros Gondra sigue los pasos de una familia sí, pero en el fondo pone un espejo sobre todas. Porque habla de ETA sí, pero en el fondo nos está haciendo preguntas que están ahí desde que el mundo es mundo y que no nos hacemos tan a menudo como debiéramos: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde me dirijo? ¿El perdón hay que merecerlo o simplemente se otorga? ¿Hasta dónde llega el olvido y hasta dónde la justicia?
No esperes respuestas. Porque el teatro, como la vida muy pocas veces nos las regala. Al final siempre nos deja-“esku hutsak”-con las manos vacías, pero con el alma llena.
Autor: Borja Ortiz de Gondra. Director: Josep Maria Mestres. Intérpretes: Sonsoles Benedicto, Jesús Noguero, Lander Otaola, Cecilia Solaguren, Fenda Drame y Borja Ortiz de Gondra. Teatro Español (Sala Margarita Xirgu). Madrid. Hasta el 17 de febrero.