West Side Story. Ya saben, la historia más vieja y más nueva del mundo. La más terrible y hermosa. Chico conoce a chica. Chico y chica se enamoran nada más verse porque son jóvenes y guapos y hay música y la vida es brillante y eterna. Hay un pequeño problema no obstante. Una minucia, son de bandas rivales. Los Jets y los Sharks. Los puertorriqueños y los polacos. Ambos igual de desplazados en el Estados Unidos de los años cincuenta y luchando por un trozo de calle que lo es a la vez todo y nada. Pero Tony, que así se llama el chico, y María, que nuestra chica protagonista, hacen honor a sus raíces Shakesperianas y están dispuestos a quererse contra viento y marea.
Leonard Bernstein, junto con Stephen Sondheim, llenó de música este neoyorquino barrio de los 50’. Bernstein fusionó géneros, se abrazó a la historia de los amantes más conocidos del mundo y añadió sus vivencias e influencias en un momento en el que ni era habitual ni estaba bien visto. Lo mejor de la nueva puesta en escena de este gran musical que acaba de recalar en Madrid es que rescata esa partitura con fidelidad, mucho nervio y buenas voces. Y también las brillantes coreografías originales de Jerome Robbins.
Javier Ariano y Talía del Val son nuestra versión de Tony y María y, junto con el resto de los polacos Jets y los puertorriqueños Sharks, interpretan las terriblemente actuales letras de Sondheim y llenan hasta el último rincón del escenario con su presencia. Porque este reparto destaca sobre todo en su gran corporalidad.
Así, los amantes bailan y bailan en el Teatro Calderón. Las bandas rivales también. Tanto que se te olvida que aquello son actores y bailarines. Que en el fondo no estás viendo como unas generaciones repiten los errores de sus padres, que no estás viendo cómo la estupidez humana rompe trozo a trozo las ilusiones de dos jóvenes que solo quieren quererse. Solo quieres que Tony lleva a María a casa por caminos desconocidos. Aunque la letra de America siga golpeando demasiado cerca de casa.