La Liga de la Justicia de Zack Snyder – El renacer de los héroes

A tenor de lo acontecido en los últimos años haríamos bien en preguntarnos si los héroes más poderosos del universo DC podrían siquiera hacer frente a las legiones de fans del sello editorial y su vertiente cinematográfica. Su ardiente movimiento, unido a la insistencia del propio Zack Snyder, han propiciado un hecho sin precedentes en la industria. El renacimiento de un filme que, tras ser vilipendiado en su estreno en salas, nos llega completamente reformulado en lo estético y en lo conceptual a fin de respetar la visión original del controvertido director una vez superada la tragedia familiar que lo alejó del proyecto.

Que su versión haya visto la luz justo cuando la esperanza parecía perdida se antoja una excelente noticia. Y no sólo para unos aficionados a los que Snyder ha querido regalar una producción que es puro fan service, tan excesiva e inabarcable que saciará hasta a los más voraces. También para aquellos realizadores cuyos trabajos se han visto alterados de acuerdo al criterio de grandes estudios acostumbrados a coartar el espectro creativo en pos de manufacturar productos que encajen a la perfección en los estándares del entretenimiento de consumo masivo.

No nos vamos a engañar, La Liga de la Justicia sigue siendo una cinta irregular y por momentos sumamente pretenciosa. Pero también se vislumbra cierta pureza en su propuesta, sensaciones que nos remiten a las viñetas y que nos recuerdan que esos dioses que deambulan entre los hombres están ahí para fascinarnos y para recrearnos con sus gestas. Para cogernos de la mano y surcar los cielos durante un rato o, en este caso, durante cuatro horas de espectáculo pirotécnico.

El montaje que ha llegado a HBO Max es como cabía esperar muy diferente al de Joss Whedon. No se conforma con ampliar y reacondicionar las escenas de lucha o aportar nuevos diálogos que sirvan para conectar las set pieces más arbitrarias. Su nuevo metraje potencia la dimensión del filme convirtiéndolo en una aventura coral y a la vez esa cinta de orígenes de la que nos privó la acelerada progresión de este universo en la pantalla grande. En este sentido, La Liga de la Justicia logra lo que Batman v Superman intentó con torpeza, introducir de manera convincente a los integrantes del grupo y concederles su papel en una epopeya que ahora sí hace honor a la sociedad que le da título.

Más allá de lo sorprendente que resulta la cantidad de material que Snyder guardaba celosamente en su cajón, también se percibe cierto esfuerzo por subsanar algunos de los defectos más notorios de la película a nivel técnico y formal. Buena prueba de ello es la apariencia del malévolo Steppenwolf, que cuenta con un diseño más agresivo y un mejor acabado digital, o esa paleta de color más atenuada que se aplica a la batalla final.

Si La Liga de la Justicia es ahora mucho más coherente con El hombre de acero y la ya mencionada Batman v Superman, las anteriores obras del director, no sólo se debe a lo estrictamente visual. También al tono de un relato en apariencia más sombrío y a sutiles variaciones en el uso del humor como alivio para esa solemnidad narrativa que se ha perseguido desde que el hijo pródigo de Krypton puso un pie en la granja de los Kent.

Convence mucho menos el formato de pantalla escogido, cuadrado al más puro estilo IMAX en vez del panorámico tradicional, en lo que puede ser la enésima e innecesaria firma del autor. O ese extenso epílogo que se siente impostado y que nos sugiere la continuidad de los acontecimientos en futuras entregas que lo más seguro es que jamás lleguen a materializarse. ¿O tal vez sí?

El tiempo lo dirá. En todo caso sólo queda disfrutar de la película de La Liga de la Justicia que siempre debió ser, con sus muchos defectos y sus grandes virtudes. Hecha por y para aquellos que ven el mundo ralentizarse con cada carrera de Barry, con cada salto imposible de Diana o con cada zambullida de Arthur. Es probable que no todos ellos necesitasen esta nueva versión, pero sin duda es la que merecían.

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