Servant: Temporada 2 – Ángeles y demonios

Servant despidió su primera temporada con un cliffhanger que nos dejó sumidos en un mar de dudas. No sólo en lo estrictamente narrativo, pues la marcha de Leanne y la restitución del pequeño Jericho a su forma de muñeco reborn hacían muy difícil predecir la manera en la que el relato tendría continuidad en la anticipada segunda tanda de capítulos. También en el formato de una serie que asumimos tenía la imperiosa necesidad de reinventarse, de adaptar su puesta en escena a los requerimientos de una historia a la que la envejecida residencia de los Turner se le empezaba a quedar pequeña.

Nada más lejos de la realidad. El regreso de la ficción dejó muy claro que ni M. Night Shyamalan ni el resto de su equipo tienen la más mínima intención de alejar la acción de tan lúgubre escenario. Desde sus sombríos corredores hasta el vasto salón o su sótano mohoso, todo cuanto conforma la mansión resulta esencial para componer esa estética barroca que define este universo aterrador.

De esta manera, lo que en un principio puede parecer un estancamiento escenográfico se acaba percibiendo como una apuesta inquebrantable por la identidad de una producción cuyos valores siguen cautivándonos por mucho que la serie se resista con uñas y dientes a dar explicación a los fenómenos que se suceden en torno a la apocada niñera y sus empleadores.

Tal vez el principal inconveniente de la segunda temporada de Servant sea precisamente su discreto arranque, más preocupado por devolver todas las piezas al tablero que de encadenar los acontecimientos con agilidad y coherencia. No será hasta rebasar el ecuador de la misma cuando volvamos a caer en sus redes, motivados por agitación de unos personajes cada vez más abocados al conflicto y al desconcierto.

La súbita desaparición del bebé ha afectado profundamente a Dorothy, cuyo comportamiento es cada vez más obsesivo y trastornado. Su relación con Leanne se torna iracunda si bien en ciertos momentos se atisba un perverso vínculo maternofilial que da lugar a algunos de los instantes más interesantes de la vuelta de la serie. La joven por su parte se muestra reacia a cooperar y acaba dejándose llevar por un poderoso sentimiento emancipador que la empuja a explorar su lado más oscuro e imprevisible.

Una lucha interna que no pasa desapercibida para Sean, que por primera vez trata de acercarse a Leanne a fin de ganarse su confianza y obtener pistas que le ayuden a interpretar los extraños sucesos de los que ha sido testigo y que han mitigado su escepticismo. Si al chef cada vez le cuesta más discernir entre lo que es real y lo que no, su cuñado Julian tampoco pasa por su mejor momento. La inestabilidad emocional de su hermana y la pérdida de Jericho le han tocado más de lo que se atreve a reconocer, lo que le lleva a retomar antiguos vicios y romper lazos con sus allegados.

Servant mantiene intactas sus principales virtudes, empezando por una capacidad asombrosa para perturbar al espectador con cualquier elemento a su alcance. Escuchar al personaje de Rupert Grint consumir cocaína sobre el lavabo es casi tan incómodo como escudriñar el velo negro que cubre las facciones de la tía Josephine y que nos impide entrever sus intenciones.

También cabe destacar su inteligencia a la hora de explotar recursos tan ingeniosos como esos dispositivos móviles que nos permiten superar las barreras de su escenario insular. Este contraste entre el clasicismo de la ambientación y la cotidianidad de las nuevas tecnologías es un rasgo más de una producción que se interna en un género añejo manteniendo una perspectiva actual y refrescante. 

Si bien serie de Apple TV+ sigue dando muestras de que atesora grandes talentos tras las cámaras, no podemos obviar que la ficción ha perdido algo de ese impacto visual que marcó sus primeros capítulos, en los que cada incursión en la cocina o cada vistazo por el hueco de la escalera se convertían en una fascinante experiencia sensorial. Tampoco que el desarrollo de sus tramas es irregular y que cuando el ritmo flaquea acostumbra a recurrir a pequeñas trampas en pos de mantener la atención del público.

No queremos aventurar cuánto durará el interés de su premisa, o si tiene el potencial suficiente como para justificar la continuidad de la ficción durante varios años más, tal y como planea el propio Shyamalan. Si es cierto que la guerra se acerca, quizás el año que viene tengamos la respuesta.

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