Análisis de Insomnis, una aventura que quita el sueño

Coincidiendo con la festividad de Halloween el estudio madrileño-catalán Path Games lanza Insomnis, un título desarrollado en colaboración con PlayStation Talents y en el que sus principales responsables han querido reflejar su pasión por los clásicos del cine de terror italiano.

Su premisa es tan simple como inquietante. Nuestro personaje, Joe Castevet, ha recibido como herencia de su difunto abuelo una vieja mansión a las afueras y deberá acudir a reclamarla a pesar de que hace ya muchos años que perdió el contacto con el anciano. Pero nada más poner los pies en tan lúgubre residencia comenzará a percibir presencias extrañas que lo empujarán a investigar los terribles acontecimientos que allí tuvieron lugar y el papel que jugó el antiguo propietario en todos y cada uno de ellos.

Lo primero que hay que dejar claro es que Insomnis es una aventura gráfica en primera persona que trata por todos los medios de sumergirnos en un relato perturbador a merced de unos entornos fantasmagóricos y que en todo momento transmiten una inequívoca sensación de incomodidad. No se trata de un juego de acción o de un survival, pues en ningún momento se nos exigirá combatir o reaccionar con presteza para salvar el pellejo. Por ende, el desafío apunta directamente a la resolución de rompecabezas y a cierta minuciosidad a la hora de escudriñar los escenarios en busca de pistas y objetos que nos serán vitales para continuar con nuestras pesquisas.

Si bien el título se desarrolla de principio a fin en la mansión, a medida que ahondemos en sus misterios se irán desbloqueando nuevas estancias que explorar. Es más, según vayamos desencadenando ciertos eventos algunas salas que ya habremos recorrido innumerables veces cambiarán, siendo necesario atender a cualquier nuevo elemento que nos guíe en la dirección correcta o nos proporcione nuevos artefactos.

Lo cierto es que no podremos combinar o manipular los objetos que obtengamos durante la partida, lo cual habría abierto nuevas posibilidades a la fórmula. A poco que hayas recorrido la mansión, no resultará muy difícil encontrar el lugar idóneo para utilizar ese disco de vinilo polvoriento o la pequeña manivela. Por suerte, los puzles son harina de otro costal.

Al contrario de lo que ocurre en otros exponentes del género, la solución de los acertijos acostumbra a ser perfectamente lógica. La clave, como siempre, es ser concienzudo a la hora de revisar las habitaciones y leer con atención los documentos a nuestra disposición. En momentos puntuales podemos llegar a atascarnos pero por lo general no se trata de un juego frustrante o que pretenda estirar su duración de manera artificial a base de retorcer sus propios enigmas.

Que estemos ante una propuesta que huya de la acción en pos de una aproximación al género más reflexiva no significa que no nos aguarde algún que otro susto. Los hay, y algunos de ellos están muy bien planteados. Sin embargo, una vez que el jugador percibe que las mecánicas no contemplan su muerte en ningún momento es posible que se pierda parte de esa tensión que nos acompaña durante los primeros compases de la aventura.

Para compensarlo, Insomnis potencia otros aspectos como una atmósfera opresiva, una premisa desconcertante que sólo ofrece respuestas ante la inminente conclusión y un apartado sonoro que irradia eficazmente ese temor que nos invade mientras deambulamos por los pasillos de la morada del viejo Castevet donde la sorpresa aguarda en cualquier esquina. A esto hay que sumarle un acabado gráfico notable para una producción de estas características, rico en detalles y exento de errores molestos.

En definitiva, una experiencia breve pero bien concebida. Los miembros de Path Games tenían claro el tipo de juego que querían hacer y han conseguido otorgar cierta solidez a una fórmula que pese a sus limitaciones ha evitado abarcar más de lo que podía. Lo nuevo de PlayStation Talents se antoja una opción muy interesante no sólo para los amantes del terror psicológico, también para aquellos que disfruten estrujándose los sesos en una de esas tardes en las que no apetece salir de casa. Y nunca mejor dicho.

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