James Gunn, artífice de la irreverente El Escuadrón Suicida y por ende de la serie que nos ocupa, llegó a confesar que el principal motivo por el que incluyó al personaje de John Cena en el filme fue lo ridículo que lucía en pantalla el casco del antihéroe. Conociendo la perspectiva tan particular desde la que el director aborda uno de los géneros de moda no es de extrañar que un atuendo estrafalario sobre un físico propio de un luchador de Wrestling resultase ser una carta de presentación irresistible con vistas a confeccionar un plantel en el que también tendrían cabida un tiburón antropomorfo o una jovencita con los dones de Willard Stiles.
Por mucho que sus motivaciones puedan parecer simplistas la llegada de El Pacificador a HBO Max es buena muestra del compromiso de Gunn con el personaje, tratando de ir más allá de la mera apariencia e indagar en los aspectos más contradictorios del gigante que alardea de perseguir la paz mientras dispara a todo cuanto se cruza en su camino.
La trama nos sitúa meses después de los acontecimientos narrados en la película, con Christopher Smith recibiendo el alta tras un periodo de convalecencia. No tardará en ser reclutado de nuevo por la pérfida Amanda Waller, quien le encomendará la misión de desentrañar la conspiración en torno al llamado Proyecto Mariposa acompañado por un pintoresco grupo de agentes de operaciones encubiertas.
Un cometido que pondrá a prueba a la brigada, lastrada por las tiranteces y la desconfianza, y nos permitirá explorar el carácter agrisado del protagonista así como su pasado, marcado por un padre abusivo y segregacionista interpretado por un sorprendente Robert Patrick. Traumas de la infancia que saldrán a relucir mientras el justiciero sopesa su lugar en la dicotomía del héroe y el villano.
Pero que nadie se engañe, la vertiente más trágica de El Pacificador poco o nada puede hacer ante la comicidad torrencial de su propuesta. Del mismo modo que el personaje que le da título porta orgulloso su icónico casco cromado, la serie se vanagloria ante el público de su absoluta falta de sentido del ridículo y su fehaciente incorrección. Su humor soez y desinhibido se entremezcla con la violencia y el gore que impregnan muchas de sus escenas, rasgos definitorios de una producción que no llega a ser una sátira tan certera como The Boys (tampoco lo pretende) pero que divierte a rabiar.
Buena culpa la tiene un John Cena entregado totalmente a un personaje al que parece haber cogido el gusto desde su participación en el escarceo rebelde de Gunn. Sin embargo, si hay algo que amenaza con defraudar a buena parte de aquellos que quedaron prendados de su papel en el filme es precisamente el empeño un tanto desconcertante de blanquear a este asesino letal y despiadado cuya faceta más bobalicona acostumbra a eclipsar su lado más oscuro e intimidante. Una rémora de muchas de las ficciones de la actualidad y el precio que hay que pagar por disfrutar de una de las cabeceras musicales más desternillantes e hipnóticas de la temporada.